lunes, 6 de julio de 2009

LA VOZ DEL RECTOR





TEMAS DOMINICANOS

Discurso pronunciado por Dr. Angel Hernández en la Primera Graduación Extraordinaria del Recinto Santo Domingo Oriental de la Universidad Abierta para Adultos (UAPA)


junio 2009



Nuestro país es abierto a las migraciones. Muchos de nuestros prohombres han nacido en el extranjero o sus padres lo son. El comercio y la industria están llenos de inmigrantes españoles italianos, turcos, árabes, etc. A todos, el país les ha abierto las puertas y las oportunidades. Sus hijos se han educado en nuestros colegios y escuelas y no cabe dudas de los grandes aportes que los flujos de inmigrantes le han proporcionado al país en la educación, el comercio y la industria. Hostos es un ejemplo de nacionales de otros países que han apostado por un futuro mejor para los dominicanos. Balaguer, Bosch y Peña tienen ascendencia extranjera y nadie puede dudar de sus aportes al desarrollo nacional.



Es extraño, pues, que muchos de nuestros conciudadanos tengan una postura contraria al derecho que tiene todo extranjero a vivir en paz en el país que le acoge. Esto viene a colación por las reacciones adversas al planteamiento del Secretario de Interior y Policía de iniciar el proceso de regularización de los inmigrantes de origen haitiano que residen en el país. Pienso que esta es una reacción desproporcionada ya que en todo país civilizado hay que regular, precisamente, la presencia de extranjero en su territorio o de lo contrario repatriarlo a su país de origen, sin que con ello se viole derecho alguno de los inmigrantes.



Pienso que como dominicanos debemos reflexionar seriamente sobre estas cuestiones. Los habitantes que viven en nuestro territorio, sin el derecho a disponer de una nacionalidad, ya que nacen y crecen en nuestro territorio pero de padres extranjeros, carecen de los derechos elementales y de hecho constituyen grupos aislados que desconocen los valores y normas de nuestra cultura. Y esto puede acarrear traumas importantes a nuestra sociedad. Ejemplos los hay en Estados Unidos, cuando a los negros se les negaban sus derechos, en Sudáfrica con la separación de las razas y en Francia con la revuelta reciente de los sectores periféricos habitados por los inmigrantes de origen árabe.



A todos los inmigrantes hay que respetarles sus derechos e incluso hay que inculcarles los valores y creencias del pueblo dominicano. Hay que inculcarles los ideales de la nacionalidad y de la cultura del país. Y en este sentido, hay que estudiar la posibilidad de que en aquellas escuelas donde exista una población de inmigrantes considerable se implemente la educación bilingüe y bicultural, similar a aquellos programas que se ofrecen en Estados Unidos o Francia, para inmigrantes de origen dominicano o sus hijos de primera o segunda generación, a los fines de que paulatinamente sean incorporados a la cultura nacional receptora.



Lo justo es que cada ciudadano disponga de un lugar de residencia conocido y de una identidad y que disfrute en el país que le acoge del derecho a la educación y a la salud de sus hijos. Y en esto hay que ser sinceros. Los dominicanos que viven en Europa o en Estados Unidos tienen todas estas prerrogativas garantizadas y disponen de un mecanismo transparente para lograr la nacionalidad del país que le recibe. Por qué queremos escatimar este mismo derecho a los inmigrantes que habitan en nuestro suelo, algunos de los cuales han vivido por más de 30 o 40 años?; por qué a sus hijos les negamos el derecho elemental a la educación o a la salud?



Nuestra sociedad debe reencontrarse consigo mismo. Debe ser más humana y retomar los principios éticos sustentados por los fundadores de la República. Y en este sentido, la cuestión haitiana si bien es un tema que desata las pasiones de los dominicanos por la forma en que nuestra historia fue contada antes de la historiografía científica, el mismo debe ser objeto de un replanteamiento basado en la justicia y en los principios de la comprensión entre pueblos y naciones. Los haitianos que emigran a nuestro país lo hacen, fundamentalmente, por razones económicas y, en muchos casos, políticas. Los dominicanos también son emigrantes a Estados Unidos, Europa, Venezuela, entre otros. Muchos de nuestros conciudadanos disfrutan hoy de la doble nacionalidad por la existencia en esos países de reglas claras y transparentes.



Muchos de los que se oponen a que los extranjeros residentes, legales o no, puedan disfrutar de los mismos privilegios que tienen los dominicanos en el extranjero, actúan con una doble moral, lo cual no le hace bien al estado de derecho que existe en el país ni a la democracia que queremos construir en beneficio de las futuras generaciones.



Es nuestro interés que ustedes, graduandos y graduandas, tengan la oportunidad de mirar al futuro con un sentido de esperanza y de justicia. Que actúen pensando siempre en aquellas cuestiones que pueden hacer de nuestro país un país mejor. Debemos buscar los mecanismos más eficientes para que temas como el de la inmigración hacia nuestro país, no esté tan cargado de prejuicios y buscar la equidad y la justicia sobre todas las cosas.



Y es este sentido lo deseable es que el mismo trato que relamamos para nuestros conciudadanos que emigran buscando mejores condiciones de vida en otros suelos, lo reciproquemos a quienes vienen a nuestro país a trabajar y vivir.



Ustedes tienen la responsabilidad y el compromiso ético de actuar con transparencia en beneficio de las mejores causas del país. Sean ustedes portavoces de los mejores intereses del la nación. Siempre unan sus fuerzas y su capacidad creativa a las causas nobles, a las causas que permitan construir una mejor nación, donde nuestros hijos puedan vivir en seguridad, respirar un aire puro, contemplar la belleza que la naturaleza virgen nos ofrece. Actuemos para dejar a nuestros hijos un país donde se respeten las leyes, donde las autoridades tengan como norte la transparencia y la rendición de cuentas. Y donde nuestros hijos y nietos puedan vivir en paz y disfrutar sanamente de la vida en la naturaleza.





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